viernes, 18 de julio de 2008

En

en los libros que están imprimiéndose en este momento en los conservatorios abúlicos en las universidades tapiadas en las palas que se hunden en la tierra para hacer tumbas en los edificios que se levantan al copular en el medio de un bostezo al soñar en un chasquido de dedos la música del mundo comienza a ejecutarse a ejecutarnos a marcarnos el ritmo de la belleza de la desesperación maquillada de los lunes martes miércoles jueves viernes sábados domingos repitiéndonos una y otra vez como fotocopias de 10 ctvs. desde los pisos más altos de los edificios de cinco estrellas hasta los barrios más alejados y más bajos de cinco mil estrellas los barrios pobres los barrios tetrix los barrios de techos de chapa donde vivimos los cuenta monedas los que vemos el mundo a través de una señal de cable robada los que tenemos los mejores cielos nocturnos y los mejores solos de batería que toca la lluvia cuando se nos regala una gran tormenta que siempre comienza con el paulatino oscurecimiento del cielo como si alguien bajara las luces de un teatro natural que preanuncia el acto irrepetible del cual seremos testigos apenas se descorra el telón invisible de la cotidianeidad apenas veamos como las ráfagas de viento empiezan a templar los instrumentos a probar la sonoridad de las paredes huecas de las chapas flojas de los rubber oil deshilachados que dan pequeños latigazos contra las maderas marcando el ritmo inédito del baterista ubicuo que se precipita sutilmente en una primera gota que cae por aquí...

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